Uso Prudente de Antibióticos
Los antibióticos son fármacos que se utilizan para tratar las infecciones bacterianas. Son ineficaces contra las infecciones víricas y la mayoría del resto de infecciones. Los antibióticos acaban con los microorganismos o detienen su reproducción, facilitando su eliminación por parte de las defensas naturales del organismo.
Los antibióticos se agrupan en clases según su estructura química. Sin embargo, los antibióticos pertenecientes a cada clase concreta a menudo afectan el cuerpo de manera diferente y pueden ser efectivos contra diferentes bacterias.
Las clases de antibióticos comprenden las siguientes:
Los carbapenémicos, las cefalosporinas, los monobactámicos y las penicilinas son subclases de los antibióticos betalactámicos, una clase de antibióticos que se caracteriza por una estructura química llamada anillo betalactámico.
Cloranfenicol, clindamicina, daptomicina, fosfomicina, metronidazol, nitrofurantoina, y tigeciclina son otros antibióticos que no encajan en las clases enumeradas anteriormente.
El mal uso de los antibióticos (automedicación, suspensión de un tratamiento antes de tiempo…) puede conllevar graves riesgos para la salud. En los meses fríos del año predominan las infecciones de las vías aéreas altas como la faringitis, laringitis, sinusitis, otitis, bronquitis… En su mayoría, están causadas por virus que nada tienen que ver con las bacterias. Por lo tanto, para curar todas estas enfermedades de nada sirve la administración de antibióticos.
Los síntomas de algunas enfermedades –víricas y bacterianas– a veces son similares, como la fiebre o la tos, muchas personas se ven tentadas de tomar antibióticos sin la prescripción médica pertinente. Se recurre a la automedicación porque quedan pastillas de algún tratamiento previo o por seguir el consejo de alguien, sin saber a priori si la infección es bacteriana.
Es en estos comportamientos en los que se da un mal uso de los antibióticos: la automedicación y el incumplimiento de la prescripción del facultativo. Formas de actuar que pueden llevar implícitas numerosas consecuencias, ya que no hay que pasar por alto que estos fármacos, por su propia composición, no están exentos de efectos secundarios.
En ocasiones, son leves, como la desaparición del efecto al suspender la toma o la necesidad de iniciar un nuevo tratamiento. Este segundo supuesto es más preocupante ya que puede propiciar la resistencia de las bacterias a determinados grupos de antibióticos, siendo necesaria la administración de medicamentos ‘más fuertes’ o de distinto espectro.
Se trata de un círculo vicioso por mal uso de los antibióticos que incrementa las posibilidades de sufrir otras afecciones más graves.
Para ayudar a prevenir y detener la diseminación de las infecciones resistentes a los antibióticos siga estos pasos.
Lave sus manos:
Preparar alimentos:
Mantener al día las vacunas infantiles y de adultos también puede ayudar a prevenir las infecciones y la necesidad de usar antibióticos.
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