!Hemos perdido a un maestro, un buen amigo! El profe, el de las manos ágiles.
Ángel Carmelo Salabarria Betancourt, hombre de características especiales, médico de valor extraordinario, principio séticos, de buen humor y querido entre sus pacientes y compañeros de trabajo. ya no se encuentra fisicamente entre nosotros, pero sus ideas y ense~;amzas estraán siempre presentes.
El profe, el de las manos ágiles
En homenaje a los 35 años de la Educación Médica Superior en la Isla de la Juventud.
Por Esmeralda Cardoso Villasuso
La primera vez que lo tuve enfrente no imaginé quién era. Recuerdo que el camarógrafo Serrano, susurró: ¿Tú sabes quién es él? Le lancé una mirada fulminante como diciéndole, de dónde puedo conocer a este anciano que bien podía ser mi abuelo.
Serrano captó la indirecta: “Tienes razón eres muy joven. Él es Salabarría, una de las eminencias de la Medicina en la Isla de la Juventud”. ¡Este abuelo!, pensé para mis adentros y a qué se dedicó, tendrá alguna historia insólita y dejé escapar: “¡Me han dicho que usted es una eminencia! “Yo, no, ojalá pudiera estar en el sillón junto a mis estudiantes de maxilofacial”.
CAMINO A LA RESPUESTA
Quienes conocen a Ángel Carmelo Salabarría Betancourt saben que añora estar en la consulta de maxilofacial. Es difícil resistirse a tantos años de desvelos, estudio, examen. Hace tiempo que no camina por el hospital, que no brinda un consejo, que no se reencuentra con aquellos que formó.
Y con la excusa de que le haría una entrevista más formal decidí llevarlo al hospital para reencontrarse con sus ex alumnos hoy doctores reconocidos.
De camino a la instalación sanitaria, Ángel comenta que llegó en 1979 a la Isla de la Juventud y comenzó a trabajar en el servicio de Maxilofacial y en Medicina Legal, pues el hospital carecería de esas prestaciones.
Cuenta que al estar de guardia en Medicina Legal llegó un joven, a quien tuvo que reconstruirle el rostro: “Desde el inició me pareció conocido, pero no supe quién era hasta el final, era uno de mis hijos…así es la vida, imagínese, qué podía hacer”. Saca un pañuelo y se lo pasa por el rostro.
ENCUENTRO CON SU HISTORIA
Al llegar a la puerta de su antigua consulta, digo: “Pase, pase usted primero”. Adentro lo esperaba el equipo de trabajo que lo acompañó por más de 15 años y uno de los estudiantes que más quiso, Jorge Luis Columbié.
Las risas y los abrazos invadieron la consulta. “Este es mi profe, el de las manos ágiles, todo lo que soy se lo debo a él, me dio la oportunidad de superarme, de ser no solo un buen doctor, sino también buen ser humano”, expresa emocionado Columbié, quien repone: “Salabarría es el precursor de la especialidad de maxilofacial y extrañamos sus consejos oportunos, su experiencia”. Lo toma del brazo, lo conduce al sillón y juntos revisan a un paciente.
“Tiene una buena dentadura”, dice Salabarría, quien rememora tiempos de juventud, emprendimiento. “Yo le tuve que halar la oreja un poquito a este muchacho, Columbié tu no eras fácil”, le dice sonriente y quien fue su discípulo contesta: “Pero no lo defraudé” y se vuelven a abrazar.
SER QUE INSPIRA EJEMPLO
A sus 84 años Salabarría, mantiene un carisma único para contar historias, sobre todo si se trata de amores imposibles o como no resiste tomar café con azúcar: “Aquí yo pongo respeto, el café tiene que estar bien amargo, pero en casa mi hija le pone mucho dulce”.
La capacidad del tiempo de buscar siempre el final perfecto, han convertido al doctor Ángel Salabarría, en un ser que inspira cariño, ejemplo y amor por su profesión
Al concluir la entrevista o mejor el encuentro con sus colegas de trabajo, me dijo: “Me siento de maravilla, muchas gracias”. Lo abracé como si lo conociera de toda una vida y le dije: “Gracias a usted por ser tan especial”.
Nos despedimos, pero no fue un adiós definitivo. Lo he visto caminar por el bulevar de la ciudad, por los pasillos del hospital y cada vez que nos saludamos repite la misma frase: “Me siento de maravilla, que más le puedo pedir a la vida”.
Palabras clave: Ángel Carmelo Salabarria Betancourt, maxilofacial, Isla de la Juventud.
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